domingo, 14 de noviembre de 2010

De verde a amarillo

El frío toma un atajo y se adelanta

encima de la mujer dormida

le susurra unas palabras


Los maizales empiezan a dorarse

su estado es la prueba silenciosa de que el tiempo pasa

Guerreras de la tierra

armadas de hojas y mazorcas

cada una de las cañas resiste al viento helado que las agita

Guardan con recelo el grano de los dioses

envuelto en manos que devinieron en hojas.


Día de muertos / Segunda parte

Después de la preparación: comida, fruta, adornos, altar, esperamos la llegada de los niños. Después de las seis de la tarde empiezan a salir de sus casas con la ilusión de juntar muchos dulces, tamales, panes y frutas.


Los niños tocan a la puerta y piden permiso para rezar a los difuntos de la casa que visitan.


Un padre nuestro, un Ave María y cualquier otra oración para rematar.



Después los niños se persignan y se dis
ponen a pedir sus mandarinas, panes y tamales.
Ya llegó la Chilindrina para que le den su mandarina
Ya llegó el Chavo del Ocho para que le den su bizcocho
Ya llegó el Profesor Jirafales para que le den sus tamales


O puede cambiar ligeramente la versión...

Ahí viene la Chilindrina a pedir su mandarina
Ahí viene el Chavo del Ocho a pedir su bizcocho
Ahí vienen los abuelitos a pedir sus tamalitos
Ahí viene Pancho Pantera a pedir su calavera





Después salen




y siguen su larga tarea de rezar y recoger dulces en cada casa.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Día de muertos / primera parte

Domingo 31 de octubre Día de compras

El pueblo está lleno de puestos de flores, calaveritas de dulce, pan, papel picado, carne de puerco, maíz. Todo a la venta para festejar a los difuntos.



Calaveritas de amaranto, de azúcar o de chocolate. Empezaron siendo de azúcar, pero la inclusión de otras materias primas enriquecen con sus colores y sabores nuestras ofrendas.



Por supuesto la influencia del Halloween está presente, pero con la firma del sincretismo.



Lo que se acostumbra es hacer tamales para ponerlos en la ofrenda y para darles a los niños que tocan
de puerta en puerta para rezar a los difuntos. Así que como reza el dicho: al país que fueres haz lo que vieres.


La idea de ofrecer tamales a los niños fue mía, pero reconozco públicamente que fue Martín quien se hizo a cargo de toda la producción tamalera.



Aquí los tamales se hacen con puerco y en una salsa de verde con habas. Con tres cuartillos de maíz, dos kilos de carne de puerco, medio kilo de habas, kilo y medio de tomate y cinco chiles cuaresmeños salieron 125 tamales.



¿Para qué tanto trabajo? Para poder ofrecerle a nuestros difuntos un regalo, el de la memoria. Compramos sus bebidas favoritas, les cocinamos lo que les gustaba, adornamos la casa, la llenamos de flores, incieso, velas. Les hacemos un camino de flores para que sepan a donde llegar y pasen y tomen agua para calmar su sed; después una cerveza o un traguito de tequila o un café.
Los cigarros favoritos de mi abuelo, los delicados sin filtro no pueden faltar. Cuando fui a comprarlos empecé a recordar cuando era niña y lo acompañaba a la tienda a comprarlos o cuando era más grande y él me los encargaba porque ya no podía caminar.
Hay gente que no cree en todas estas cosas porque piensa que son superticiones o se avergüenza de estas costumbres y prefiere ver en estos homenajes una muestra de estancamiento cultural o del folklor. Yo me inclino por recordar a la gente que me ha amadao y a la que he querido tanto. Como dijera Claudia, una amiga muy querida, esta fiesta es una delicia pa' los sentidos: aromas, colores, sabores, sensacione, imágenes...