domingo, 26 de septiembre de 2010

Larga crónica de la elotiza

Desde que llegamos a San Pablo he organizado elotizas en la casa. Disfruto enormemente que mis amigos vengan a la casa y compartan la comida conmigo. Así que Martín y yo planeamos el día y le pedimos a Don Juvenal que nos venda veinticinco docenas de elotes de su milpa.
Quedamos en que el viernes las traería pero llegamos después de las ocho y media. Había embotellamientos por todos lados a causa de la lluvia y nos fue dificil llegar a la ocho, que era la hora convenida. Don Juvenal y su hijo nos esperaron pacientemente resguardados bajo el mini techo de la otra entrada de la casa.
Veinicinco docenas primero; eran sólo dos co
stales de yute de henequén, de los que se utilizan para guardar el café. Se nos hicieron pocos y pedimos cinco docenas más porque no daría mucha vergüenza que la comida no alcanzará. Así que al grito de más vale que zo zobre a que fa falte llegaron a la mañana siguiente cinco docenas más.

Después pusimos la bandera. Este año se gastaron varios millones en banderitas, así que a la bandera que nos tocó le agregamos una leyenda: SIN MAÍZ, NO HAY PÁIS. Festejamos comiendo nuestra cultura de maíz. Hicimos un altar en el que rodeamos a la pachamama de mazorcas. Nos gusta pensar que la tierra sabe que reconocemos y agradecemos todo lo que hace por nosotros. Nada se tira, esto me encanta de este pueblo. Los olotes y las hojas del elote sirven para que coman los borregos, así que juntamos todo para que Doña Chayito se los llevara. Con el pelo del elote se hace un té para limpiar los riñones, así que lo pusimos a secar para darle después un poco a nuestros invitados.


El menu fue el siguiente: elotes hervidos, chile atole, esquites, elotes asados, pastel y panquecitos de elote. A continuación las imágenes que dicen más que mil palabras.






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